Desde Aurelio Prudencio en el siglo IV al Arcipreste de Hita. De ‘Seven’, con Morgan Freeman y Brad Pitt, a aquello de “otra vez quiero más, que la lujuria no es mi único pecado capital. El orgullo y la envidia, la gula, la soberbia, la pereza y la avaricia” que cantaba Roberto Iniesta en el disco de Extremoduro publicado en septiembre de 1993, ¿Dónde Están Mis Amigos?(curiosamente, la primera crítica remember de la historia de esta casa). Los pecados capitales, nombrados así por la raíz de otros pecados secundarios derivados de ellos, han sido fuente de inspiración constante en todo tipo de artes. Los últimos (por ahora) en incorporarse a esa lista es la formación rockera riojana El Cuarto Verde, de quien ya hemos hablado aquí a raíz del lanzamiento de su anterior trabajo de estudio, Metroglobina. Siete Pecados Capitales es su nuevo disco. Con siete canciones, una para cada uno de ellos. Una estructura pautada sobre la que despliegan diferentes matices de su rock que bebe tanto del clasicismo como de un cierto aperturismo cuasi indie.
Vale, la idea no es nueva, eso está claro, pero a El Cuarto Verde hay que aplaudirle cierto descaro a la hora de ponerle algo de modernismo a los patrones del rock estatal clásico, además de bastante originalidad a la hora de poner carne a cada uno de los pecados. No olvidemos que ‘sacaron’ de su zona de confort a Rosendo en la colaboración que le arrancaron en el citado disco anterior, con la canción‘Cómo Purgar El Radiador De Una Casa Deshabitada’. La banda está formada por Odón (voz y guitarra), Edu Doc (guitarra), Deivis (bajo), Julián (batería)
‘Soberbia’ se narra con la ballena solitaria de 52 hercios como protagonista. Una frecuencia mayor que hace que el resto de cetáceos pasen de ella. Un inicio calmado que explota en distorsión feroz en el primer minuto y que no se abandona en todo el corte. Poderoso y adictivo con sucesivas escuchas. En ‘Avaricia’, tras una intro ambiental, gana peso la línea de bajo. Los bancos son los que se llevan el dardo, con musculosas rítmicas y con la dosis de eclecticismo aportada en el puente hacia el estribillo.
Elogiable el enfoque de ‘Pereza’, con una estructura basada en el “pudimos ser…”. El solo de guitarra tras las primeras estrofas, de corte clásico, demuestra que esa dosis de accesibilidad, apuntada en las melodías vocales y cierta impostación, no se riñe con la brega distorsionada. En ‘Lujuria’ encontramos otra estructura de rocanrol efectivo, donde la sonoridad del solo central se acerca a terrenos de la parte más rugosa del indie o hay quien lo llama power-pop. (Lo escribo así para que os situéis, ya que las etiquetas nunca son estancas y de poco sirven, en realidad).
Por su parte, ‘Gula’ trasciende más allá de lo que es ‘ingerir’, empezando por comida y alcohol y acabando por el deseo consumista. Más oscura y con un riff serpenteante y de aridez metalera, ‘Ira’ puede que sea la más completa en cuanto a forma y fondo. Frases comunes, con las que sentirse fácilmente identificado, que apunta a tanta normalidad que nos hace asumir de cómo ese pecado nos puede hacer cambiar nuestra propia forma de ser. Mi favorita del disco. El punto final nos llega con ‘Envidia’ que se presenta como una diatriba contra el que (cree) todo lo tiene, “puede ser que tengas todo y lo esencia no sepas ni dónde está”. Un nuevo cierre enérgico, marca de la casa, para un notable trabajo, que los mantiene con todo lo apuntado en discos anteriores en ‘progresa adecuadamente’.
El Cuarto Verde – Siete Pecados Capitales